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Ricardo Flores Magon – Antología Libertaria 2 (página 2)



Partes: 1, 2

Esto debemos tomarlo con las armas en la
mano desconociendo el "derecho" que los capitalistas se otorgan a
sí mismos, de retener en sus manos lo que las manos de los
trabajadores han hecho.

Neguemos resueltamente ese "derecho" que es
inicuo; que no se derrame más sangre para encumbrar
ambiciosos.

Que se derrame, sí, toda la que sea
necesaria, para que no haya miseria, para que todos tengan que
comer, para que no haya hombres que tengan a su servicio otros
hombres, para que todos seamos iguales, hermanos, libres y tan
felices como humanamente se pueda serlo.

Todo esto seguirá si nos apartamos
todos de la política y luchamos resueltamente para
arrancar de las manos de los ricos todo lo que detentan para que
sea de todos.

Arriba, pues, soldados
maderistas.

Enarbolad la Bandera Roja poniendo en ella
esta inscripción en letras blancas: Tierra y
Libertad.

Volved la boca de vuestro fusiles contra
Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda
gobernar.

Por donde quiera que vayáis,
aconsejad a los peones que trabajen las haciendas por su
cuenta.

A los mineros decid que traigan los metales
y el carbón también por su cuenta.

A los obreros de las fábricas
invitadlos a que hagan lo mismo y así
sucesivamente.

Aconsejad que formen grandes almacenes con
lo que produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan
contribuido a la producción, tengan derecho a tomar lo que
necesiten.

Hombres de buena voluntad pueden levantar
estadísticas de todo lo que existe en los almacenes de la
burguesía para que las comunidades sepan con qué
elementos se cuenta para la subsistencia de la misma mientras se
ara la tierra, se siembra el grano y se recoge la primera
cosecha.

Mientras en las fábricas, en las
fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la
producción de todo lo que sea NECESARIO.

Hágase libre uso de los
ferrocarriles, barcos y otros medios de transportación y
distribución de los efectos elaborados, de los granos
cosechados, de todo lo que necesiten otras comunidades
productoras, las que harán otro tanto con lo que necesiten
las primeras, estableciéndose así un intercambio de
productos de las comunidades.

Todo eso es sencillísimo, para
llegar a ello no se necesita la intervención del polizonte
ni del gobierno.

Se necesita: buena voluntad.

Dejémonos los pobres de confiar de
que los "inteligentes" piensen por nosotros: pensemos con nuestra
cabeza.

Dejémonos de romper las crismas unos
con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel
individuo.

Lo primero es comer, trabajar menos,
habitar casas sanas que, después, habrá tiempo
bastante para educarnos.

Pero todo eso hay que obtenerlo por la
fuerza.

No hay que esperar nada de ningún
gobierno porque estos no son otra cosa que los guardianes de la
clase capitalista.

Ya es tiempo de que la plebe arregle las
cosas.

Ya es tiempo de que los pobres, los eternos
humillados, los eternos esclavos, nos resolvamos a hacer algo
digno de la cultura del siglo. ¡Abajo los ricos!
¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el
hambre!"

(De Regeneración)

5 de agosto de 1911

A los huelguistas y a
los trabajadores en general

"Las circunstancias especiales en que se
encuentra el país son excepcionalmente propicias para que
los trabajadores se aprovechen de ello y conquisten, de una vez
para siempre, su libertad económica.

El capital y la autoridad se desquician en
la casta extensión del territorio nacional a los golpes
reivindicadores del Partido Liberal Mexicano.

Los negocios se suspenden; las
fábricas, los talleres, las minas cierran las puertas; en
las haciendas yacen inactivos los instrumentos de
agricultura.

El tráfico ferrocarrilero denuncia
una baja considerable en las transportaciones; el pánico
producido por la actividad de los liberales que luchan por la
Tierra y Libertad, determina la explotación de millones de
cabezas de ganado de todas las clases, de las haciendas de
madero, Treviño, terrazas y otros bandoleros.

La desobediencia plausible de los soldados
maderistas que no rinden las armas; la división de la
clase capitalista en un sin número de banderías; la
ruptura de las relaciones amigables entre madero y De la
Barra.

El reyismo preparándose para el
cuartelazo; la clerigalla asomando la cabeza y enarbolando
audazmente la bandera negra del retroceso.

El caciquismo flaqueando a los pueblos con
la rabia del que se siente perdido y orillado a tomar
resoluciones extremas.

Los "científicos" afilando el
puñal que ha de atravesar el corazón de reyes y
dado el carácter de Madero un puntapié para hacerlo
llegar más pronto al fondo del sepulcro que con sus
ambiciones bastardas ahondó él mismo.

Los rescoldos del odio entre maderistas y
federales avivados por el soplo oportunismo de las ambiciones de
los jefes de ambos bandos.

El ansia del poderío y de grandeza
de los politicastros de todos los matices, soliviantando las
pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la boleta
electoral.

Las legislaturas u asambleas municipales
disueltas por las fuerza, cuando no se presentan a servir a un
cacique les ofrece menos que el cacique que regatea esos
rebaños de "representantes del pueblo".

Los combates frecuentes entre maderistas
por cuestiones de supremacías.

La huelga general desconcertando por igual
a amos y tiranos; el ejército de los "sin trabajo"
desfilando por las calles y las plazas de las
ciudades.

Las multitudes hambrientas y enflaquecidas
comenzando a lanzar miradas hacia los palacios de la espantada
burguesía.

La toma por medio del saqueo de las
existencias de las tiendas y de las fábricas por mujeres,
niños y ancianos.

Los peones vengando seculares agravios con
el incendio de sembrados y la muerte de los amos.

Todo esto es el caos, la ebullición
formidable de todas las tendencias buenas y malas, de toas las
ambiciones, de todos los apetitos.

El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo
grande y lo pequeño.

Todo contribuyendo a avivar el fuego que
tendrá como consecuencia o la total desaparición de
una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la
lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa
regeneración si sin cobardía continúan la
lucha hasta su fin: la emancipación económica,
política y social del pueblo mexicano.

Compañeros mexicanos: en estos
momentos solemnes de la historia de las luchas de la humanidad
por su progreso y su perfección millones de ojos os
contemplan a través de los océanos desde otros
continentes; desde otras tierras, con la emoción del que
opera una resolución definitiva de vida o de
muerte.

Sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro
triunfo será la aurora de un nuevo día para todos
los oprimidos de la tierra, así como vuestra derrota
determinará el remache de las cadenas de todos los
trabajadores del mundo.

Cientos de huelgas se registran en estos
momentos en todo el país de carácter más o
menos revolucionario.

Hasta hoy, las mejores huelgas han sido las
de los peones del campo del estado de Yucatán, porque los
compañeros trabajadores no han asumido esa actitud
inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en
espera de mejores salarios y reducción de horas de
trabajo.

Los peones de las haciendas yucateca han
tomado posesión de muchas de ellas y las están
trabajando por su cuenta, desconociendo resueltamente el derecho
de los ricos de tener a salario a los trabajadores.

Otros actos notables de
reivindicación de los derechos del os productores, han
sido la toma de posesión de las tierras de los habitantes
del estado de Morelos, para trabajar sin amos, pues se ha
desconocido a éstos el derecho de propiedad.

La toma de posesión de las tierras
de los camarada yaquis y la heroica lucha de éstos contra
las fuerzas de Madero que pretenden desalojarlas de sus
tierras.

La toma de posesión de las tierras
de algunos pueblos de las costas de sotavento de
Veracruz.

La toma de posesión de las tierras
de algunas comunidades indígenas del estado de
Jalisco.

En otros estados de está haciendo lo
mismo por poblaciones dignas que han perdido la fe en los
gobiernos y que hacen justicia por su propia mano.

Las huelgas de carácter
revolucionario se han concretado a volar fábricas con
dinamita, a arrancar plantíos, a desplomar minas, peor hay
que reflexionar sobre esto.

Si se destruye la maquinaria, poco se
ganará.

Hay que tomar resueltamente posesión
de las fábricas, de los talleres, de las minas, de las
fundiciones, etcétera.

En lugar de dejar caer las herramientas y
cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio
común.

Compañeros, hermanos trabajadores,
seguid trabajando; pero con una condición: de no trabajar
para los patrones, sino para vosotros y vuestras
familias.

Dejad en pie la fabrica, no
desploméis la mina, no arraséis, los sembrados y
aprovechaos de todo.

Mientras vuestros hermanos liberales se
baten con los sicarios del capital y la autoridad, continuad
vuestro trabajo y armaos también, para defender lo que ya
es vuestro.

No penséis de que los ricos tienen
derecho a explotaros.

Ese derecho es criminal, porque todo lo que
tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es bien natural,
común a todos, como la tierra, los bosques, los
ríos.

Trabajad para que nada os falte durante
esta tremenda lucha contra todas las opresiones.

Los trabajadores del campo surtirán
de víveres y de materia prima a los trabajadores de las
fábricas y de los talleres y, recíprocamente, los
trabajadores de las fábricas y los talleres
surtirán a sus hermanos del campo de herramientas,
vestidos, etcétera.

Lo mismo harán los trabajadores de
las minas, de las fundiciones, de las construcciones de casas,
quedando establecido un intercambio de productos, para cuya
distribución hay que usar libremente los ferrocarriles y
todos los medios de transportación de materia prima o
elaborada.

Compañeros: La ocasión es
propicia para que los trabajadores conquisten su libertad
económica.

La autoridad es en estos momentos una pluma
a merced de todos los vientos.

El capital es un trono minado hasta sus
cimientos.

No se necesita otra cosa para triunfar, que
desconocer el derecho de la propiedad individual y dar el golpe
de gracia a la autoridad.

¡Manos a la obra, camaradas! A tomar
posesión inmediata de todo cuanto la

Naturaleza nos brinda y la mano y el
cerebro del hombre ha creado.

La huelga no es redentora, La huelga es una
vieja arma que perdió su filo dando golpes contra la
solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y la
demanda.

La huelga no es redentora porque reconoce
el derecho de propiedad, considera que el patrón tiene
derecho a quedarse con parte del producto del trabajo
humano.

Se gana una huelga; pero el precio de los
productos aumenta y la ganancia para el trabajador es
perfectamente ilusoria.

Lo que antes de la huelga valía, por
ejemplo, un centavo, después que ha sido ganada la huelga
valdrá dos, con lo que el capital nada pierde y si pierde
el trabajador.

La abolición de la miseria se
obtendrá cuando el trabajador se haga el propósito
de desconocer el derecho de propiedad.

Mexicanos: este es el momento
oportuno.

Tomad posesión de todo cuanto
existe. No paguéis contribuciones al gobierno; no
paguéis renta de la casa que ocupáis.

Tomad las haciendas para trabajar la tierra
en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que
tienen los burgueses.

Quedaos con fábricas, talleres,
minas, etcétera.

Así acabaréis con la miseria,
así os dignificaréis ante los ojos inteligentes que
en estos momentos solemnes dirigen sus miradas hacia
México.

No tengáis miedo a la muerte; tened
miedo a la humillación de ser esclavos, de ser apaleados,
de ser vistos con desprecio por los señores barrigones que
os explotan.

Escupid el rostro de los que dicen que todo
se puede conseguir por medios pacíficos.

Escupid al rostro de los que os prometen
redimiros para cuando estén en el poder. A ésos,
¡Ahorca

Con que, camaradas: ¡A la
expropiación!"

(De Regeneración)

2 de septiembre de 1911

El pueblo mexicano es
apto para el comunismo

"Los habitantes del estado de Morelos,
así como los del Sur de Puebla, de Michoacán,
Durango, Jalisco, Yucatán y otros estados, en que vastas
extensiones territoriales han sido invadidas por multitudes
proletarias que se han dedicado desde luego a cultivarlas
demuestran al mundo entero, con hechos, que no se necesita una
sociedad de sabios para resolver el problema del
hambre.

Para llegar al resultado práctico de
la toma de posesión de la tierra y de los instrumentos de
trabajo en México, no se ha necesitado de "líderes
", de "amigos" de la clase trabajadora, ni ha hecho falta
"decretos paternales", "leyes sabias" ni nada de eso.

La acción lo ha hecho y la esta
haciendo todo.

México marcha hacia el comunismo
más aprisa de lo que esperábamos los más
exaltados revolucionarios y el gobierno y la burguesía se
encuentran ahora sin saber que hacer en presencia de hechos que
creían muy lejanos todavía de que se
realizasen.

No hace aún tres meses de que Juan
Sarabia, en una extensa y fastidiosa carta abierta dirigida a
mí y que fue publicada por casi toda la prensa burguesa de
México, me decía que la clase trabajadora no
entendía lo que predicábamos y que el pueblo estaba
satisfecho con la conquista de la revuelta de Madero; la boleta
electoral.

Los hechos lo van demostrando que no somos
unos ilusos los liberales y que luchamos convencidos de que
nuestra acción y nuestra propaganda responden a las
necesidades y al modo de pensar de la clase pobre de
México.

El pueblo mexicano odia, por instinto, a la
autoridad y a la burguesía.

Todo aquel que haya vivido en México
se habrá cerciorado, de que no hay individuo más
cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra "gobierno"
llena de inquietud a las personas sencilla; que el soldado, en
todas partes admirado y aplaudido, es visto con apatía y
desprecio; que toda persona que no se gana el sustento con el
trabajo de sus manos es odiada.

Esto es ya más que suficiente para
una revolución social de carácter económico
y antiautoritario; pero hay más.

En México viven unos cuatro millones
de Indios, que hasta hace veinte o veinticinco años
vivían en comunidades, poseyendo en común la
tierra, las aguas y los bosques.

El apoyo mutuo era la regla en esas
comunidades, en las que la autoridad sólo era sentida
cuando el agente de la recaudación de rentas hacía
su aparición periódica o cuando los rurales
llegaban en busca de varones para hacer los ingresar a la fuerza
al ejército.

En estas comunidades no había
jueces, ni alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa
clase.

Todos tenían derecho a la tierra, al
agua para los regadíos, al bosque para la leña y a
la madera para construir sus jacales.

Los arados andaban de mano en mano,
así como las yuntas de los bueyes.

Cada familia labraba la extensión
del terreno que calculaba ser suficiente para producir lo
necesario, y el trabajo se escarda y de levantar las cosechas se
hacía en común, reuniéndose toda la
comunidad hoy, para levantar la cosecha de Pedro, mañana
para levantar la de Juan y así sucesivamente.

Para fabricar un jacal, ponían manos
a la obra todos los miembros de la comunidad.

Estas sencillas costumbres duraron hasta
que, fuerte la autoridad por la pacificación completa del
país, pudo garantizar a la burguesía la prosperidad
de sus negocios.

Los generales de las revueltas
políticas recibieron grandes extensiones de terrenos; los
hacendados ensancharon los limites de sus feudos; los más
viles politicastros obtenían como baldíos terrenos
inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de
tierras, bosques, aguas, de todo.

Quedando nuestros hermanos indios sin un
palmo de tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más
pequeña rama de un árbol, en la miseria más
abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.

En cuanto a la población mestiza,
que es la que forma la mayoría de los habitantes de la
república mexicana, con excepción de la que
habitaban las grandes ciudades y los pueblos de alguna
importancia, contaba igualmente con tierras comunales, bosques y
agua libre, lo mismo que la población
indígena.

El mutuo apoyo era igualmente la regla; las
cosas se fabricaban en común; la moneda casi no era
necesaria, porque había intercambio de
productos.

Pero se hizo la paz, la autoridad se
robusteció, y los bandidos de la política y del
dinero robaron descaradamente las tierras, los bosques,
todo.

No hace aún cuatro años,
todavía podía verse en los periódicos de
oposición que el norteamericano X, o el alemán Y o
el español Z habían encerrado a su población
entera en los límites de "su" propiedad con la ayuda de la
autoridad.

Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto
para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en
parte, desde hace siglos, y eso explica por qué, aun
cuando la mayoría es analfabeto, comprende mejor que tomar
parte en farsas electorales para elevar verdugos.

Es preferible tomar posesión de la
tierra, y la está tomando con grand escándalo de la
ladrona burguesía.

Ahora sólo resta que el obrero tome
posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de
la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una
palabra.

Que no se reconozcan amos de ninguna clase
y ese será el final del presente movimiento.

¡Adelante, camaradas!"

(De Regeneración)

9 de septiembre de 1911

El gobierno y la
revolución económica

"Al trote andan los señores del
gobierno mexicano tratando de resolver, a su manera, el problema
del hambre.

Cuando los que gobiernan consideran serias
las aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una
manera que, sin comprometer los intereses de la clase rica
–de los que son celosos guardianes-, calme aunque sea por
un momento, el ímpetu revolucionario de las
masas.

Ya nadie niega en México que la
revolución marcha a pasos agigantados hacia el
comunismo.

El espanto de la burguesía se
refleja en su prensa.

El Imparcial del 30 de agosto, en un
editorial titulado "El Plan de Texcoco y la revolución es
la revolución", asegura que el sentimiento que ha
predominado en la revolución es el de la
explotación de la tierra de las manos de los ricos, y
juzga, por lo tanto, natural, que los habitantes de varios
estados de la República estén tomando
posesión de la tierra –palabras textuales—sin
permiso de sus dueños".

La intensa agitación que
están provocando en todo el país los grupos
liberales armados; los diarios combates que éstos sostiene
contra las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante
de todo un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡tierra!
¡Tierra! ¡Tierra!, han hecho que el gobierno simule
preocuparse por los pobres, y, según la prensa burguesa,
está ya por resolverse el problema agrario.

Dicen los periódicos capitalistas
que el gobierno va a comprar vastas extensiones territoriales,
las que serán fraccionadas y repartidas entre
agricultores, QUE TENDRAN QUE PAGARLAS en plazos
más o menos largos.

Esto, mexicanos, es una engañifa
miserable de vuestros verdugos.

Tengamos bien entendido que no tratamos de
comprar tierra, sino de tomarla, desconociendo el derecho de
propiedad.

Lo que el gobierno llama solución
del problema agrario no es tal solución, porque de lo que
se trata es de crear pequeña burguesía rural,
quedando de ese modo la tierra en más manos, sin duda, de
lo que está actualmente; pero no en todos y cada uno de
los habitantes de México, hombre y mujeres.

De lo que se trata es de que todos sean
dueños de la tierra y no unos cuantos que tengan con
qué pagarla.

Por otra parte, el gobierno se daría
mañas para que los agricultores pobres no pudieran hacer
pagos, y entonces serían recogidas las tierras por falta
de pago y los pobres quedarían tan pobres como siempre, o
peor.

Pero aun suponiendo que no se tuviese que
pagar nada por un pedazo de tierra ¿de dónde
podrían sacar elementos los pobres, tanto para cultivarlas
como para sostenerse ellos y sus familias durante el tiempo que
transcurre desde que se comienzan los trabajos hasta la
recolección de las cosechas?

¿No tendría que pedir fiado
al tendero, al agiotista, a todo el mundo, de manera que al
levantar sus cosechas nada aprovecharía de
ellas?.

Por el sólo hecho de no quedar
abolido el derecho de la propiedad individual, ¿no
quedarían los agricultores pobres a merced, como siempre,
del poder absorbente del gran capital?.

Los grandes propietarios rurales
harán una terrible competencia que éstos no
podrían resistir y se verían obligados a abandonar
el pedazo de tierra que la hipocresía gubernamental
hubiera puesto en sus manos en los momentos del peligro para el
principio de autoridad, como es el actual.

No os dejéis engañar,
mexicanos, por lo que, temerosos de vuestras acciones
revolucionarias, tratan de adormeceros con reformitas que no
salvan.

El gobierno ha comprendido que os
rebeláis porque tenéis hambre, y trata de calmar
vuestra hambre con una miga de pan.

Entended que hay que abolir el derecho de
propiedad privada de las tierras y de las industrias, para que
todo: tierra, minas, fábricas, talleres, fundiciones,
aguas, ferrocarriles, barcos, ganados, sean propiedad colectiva,
dando muerte de este modo a la miseria, muerte al crimen, muerte
a la prostitución.

Todo eso hay que hacerlo por la fuerza a
sangre y fuego.

Los trabajadores por sí solos, sin
amos, sin capataces, deben continuar moviendo las industrias de
toda clase, y se concertarán entre sí los
trabajadores de todas las industrias para organizar la
producción y la distribución de las
riquezas.

De esa manera nadie carecerá de nada
durante la presente revolución".

(De Regeneración)

23 de septiembre de 1911

Manifiesto

"Mexicanos:

La junta organizadora del Partido Liberal
Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en
práctica los altos ideales de emancipación
política, económica y social, cuyo imperio sobre la
tierra podrá fin a esa ya bastante larga contienda del
hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de
fortunas que nace del principio de la propiedad
privada.

Abolid ese principio significa el
aniquilamiento de todas las instituciones políticas,
económicas, sociales, religiosas y morales que componen el
ambiente dentro del cual se asfixia la libre iniciativa y la
libre asociación de los seres humanos.

seres que se ven obligados, para no
perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia,
de la que salen triunfantes, no los más buenos, ni los
más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico,
en lo moral o lo intelectual, sino los más astutos, los
más egoístas, los menos escrupulosos, los
más duros de corazón, los que colocan su bienestar
personal sobre cualquier consideración de humana
solidaridad y de humana justicia.

Sin el principio de la propiedad privada no
tiene razón de ser el gobierno que sólo es
necesario para tener a raya a los desheredado de sus querellas o
de sus rebeldías contra los detentadores del la riqueza
social.

Ni tendrá razón de la
iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la
innata rebeldía contra la opresión y la
explotación, por la prédica de la paciencia, de la
resignación y de la humildad, acallando los gritos de los
instintos más poderosos y fecundos con la práctica
de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las
personas.

Para que los pobres no aspiren a los goces
de la tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los
ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a
los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito,
más allá de las estrellas que se alcanzan a
ver.

Capital, autoridad, clero: he ahí.
La trinidad sombría que de esta bellas tierra son un
paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras
por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor,
de la mugre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de
generaciones de trabajadores.

Y un infierno para los que con sus brazos y
su inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria,
edifican las casas, transportan los productos.

Quedando de esa manera dividida la
humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente
opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora.

La clase que posee la tierra, la maquinaria
de producción y los medios de transportación de las
riquezas y la clase que no cuente más que con sus brazos y
su inteligencia para propiciarse el sustento.

Entre estas dos clases sociales no puede
existir vínculo alguno de amistad ni de
fraternidad.

Porque la clase poseedora está
siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico,
político y social que garantiza el tranquilo disfrute de
sus rapiñas.

Mientras la clase trabajadora hace
esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio
en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de
producción y los medios de transportación sean de
uso común.

Mexicanos: el Partido Liberal
Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir
a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las
ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas
ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de las
clases trabajadoras de todos los tiempos.

El Partido Liberal Mexicano reconoce como
necesario, el trabajo para la subsistencia y, por lo tanto,
todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e
inútiles y los niños, tienes que dedicarse a
producir algo útil para poder dar satisfacción a
sus necesidades.

El Partido Liberal Mexicano. Reconoce que
el llamado derecho de propiedad individual es un derecho incluso,
porque sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar
y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un
pequeño número de capitalistas.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que la
autoridad y el clero son el sostén de la iniquidad del
Capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido
Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la autoridad,
guerra al capital, guerra al clero.

Contra el capital, la autoridad y el clero,
el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en
los campos de acción en México, donde nuestros
hermanos se baten como leones, disputando la victoria a los
huestes de la burguesía o sea: maderistas, reyistas,
vazquistas, científicos.

Y tantas otras cuyo único
propósito es encumbrar a un hombre a la primera
magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin
consideración alguna a la masa entera de la
población de México, y reconociendo, todas ellas,
como sagrado, el derecho de propiedad individual.

En estos momentos de confusión, tan
propicios para el ataque contra la opresión y la
explotación.

En estos momentos en que la autoridad,
quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos los
flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la
tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un
próximo hartazgo.

En estos momentos de zozobra, de angustia,
de terror para todos los privilegiados.

Masas compactas de desheredados invaden las
tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos
creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a
todo lo que ayer era respetable; autoridad, capital y clero;
abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los
primeros frutos de su trabajo libre.

Estos son, mexicanos, los primeros
resultados prácticos de la propaganda y de la
acción de los soldados del proletariado, de los generosos
sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros
hermanos que desafían toda imposición y toda
explotación con este grito de muerte para los de arriba y
de vida y de esperanza para todos los de abajo: ¡VIVA
TIERRA Y LIBERTAD!

La tormenta se reduce día a
día: maderistas, vazquistas, reyistas, científicos,
delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que volvéis
a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los
privilegios de la clase capitalista.

No escuchéis las dulces canciones de
esas sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para
establecer un gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja a los
intereses de los ricos.

¡Arriba todos; pero para llevar a
cabo la expropiación de los bienes que detentan los
ricos!

La expropiación tiene que ser
llevada acabo a sangre y fuego durante este grandioso movimiento,
como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos
los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán,
Guerrero, Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora,
Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo
y regiones de otros estados.

Según ha tenido que confesar la
propia prensa burguesa de México, en que los proletarios
han tomado posesión de las tierras sin esperar a que un
gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes en que
no hay que espera nada bueno de los gobiernos y de que "la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos".

Estos primeros actos de expropiación
han sido coronados por el más risueño de los
éxito; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo
posesión de la tierra y de los implementos de agricultura;
hay que tomar resueltamente posesión de todas las
industrias por los trabajadores de las mismas,
consiguiéndose se esta manera que las tierras, las minas,
las fabricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los
ferrocarriles, los barcos, los almacenes

De todo género y las casas queden en
poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin
distinción de sexo.

Los habitantes de cada región en que
tal acto de suprema justicia se lleva a cabo no tienen otra cosa
qué hacer que ponerse de acuerdo para todos los efectos
que se hallen el las tiendas, almacenes, graneros,
etcétera., sean conducidos a un lugar de fácil
acceso para todos, donde hombres y mujeres de buena voluntad
pr4acticarán un minucioso inventario de todo lo que se
haya recogido, para calcular la duración de esa
existencias, teniendo en cuenta las necesidades y en
número de los habitantes que tienen que hacer uso de
ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el
campo se levanten las primeras cosechas y en las demás
industrias se produzcan los primeros efectos.

Hecho el inventario, los trabajadores de
las diferentes se entenderán entre sí
fraternalmente para regular la producción; de manera que,
durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se
morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con
excepción de los ancianos, los impedidos y los
niños, que tendrán derecho a gozar de
todo.

Todo lo que se produzca será enviado
al almacén general de la comunidad del que todos
tendrán derecho a tomar todo lo que necesiten según
sus necesidades, sin otro requisito que mostrar una
contraseña que demuestre que se está trabajando en
tal o cual industria.

Como la aspiración del ser humano es
tener el mayor número de satisfacciones con el menor
esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese
resultado es el trabajo en común de la tierra y de las
demás industrias.

Si se divide la tierra y cada familia toma
un pedazo, además del grave peligro que se corre de caer
nuevamente en el sistema capitalista, pues no faltarán
hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren
tener más que otros y que puedan a la larga poder explotar
a sus semejantes;.

Además de este grave peligro,
está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de
tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se
hace hoy bajo el sistema de propiedad individual para obtener el
mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente.

Mientras que si se une la tierra y la
trabajan en común los campesinos, trabajarán menos
y producirán más.

Por supuesto que no ha de faltar tierra
para que cada persona pueda tener una casa y un buen solar para
dedicarlo a los usos que sean de su agrado.

Lo mismo que se dice del trabajo en
común de la tierra, puede decirse del trabajo en
común de la fábrica, del taller,
etcétera.

Cada quien, según su temperamento,
según sus gustos, según sus inclinaciones
podrá escoger el género de trabajo que mejor le
acomode, con tal de que produzca lo suficiente para cubrir sus
necesidades y no sea una carga para la comunidad.

Obrándose de la manera más
apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la
expropiación de organización de la
producción, libre ya de amos y basada en las necesidades
de los habitantes de cada región.

Nadie carecerá de nada a pesar del
movimiento armado, hasta que terminado este movimiento con la
desaparición del último burgués y de la
última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley
sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que
trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos
con gritos de júbilo la instauración de un sistema
que garantizará a todo ser humano el pan y la
libertad.

Mexicanos: por eso es por lo que lucha el
Partido Liberal Mexicano.

Por esto es por lo que derrama su sangre
generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo
la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y
Libertad!

Los liberales no han dejado caer las armas
a pesar de los tratados de paz del traidor Madero con el tirano
de Díaz y a pesar, también, de las incitaciones de
la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus
bolsillos.

Esto ha sido así, porque los
liberales somos hombres convencidos de que la libertas
política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores
de empleos.

Nuestro objetivo no es alcanzar empleos ni
distinciones, sino arrebatar todo de las manos de la
burguesía, para que todo quede en poder de los
trabajadores.

La actividad de las diferentes
banderías políticas que en estos momentos se
disputan la supremacía, para hacerla que triunfe,
exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio
Díaz.

Porque ningún hombre por bien
intencionado que sea, puede hacer algo a favor de la clase pobre
cuando se encuentra en el poder.

Esa actividad ha producido el caos que
debemos aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las
circunstancias especiales en que se encuentra el
país.

Para poner el práctica, sin
pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes
del Partido Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz
para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se
habrán agotado las existencia de efectos en las tiendas,
graneros, almacenes y otros depósitos.

Como al mismo tiempo, por el estado de
guerra en que se había encontrado el país, la
producción se había suspendido, el hambre
sería la consecuencia de la lucha.

Mientras que efectuando la
expropiación y la organización del trabajo libre
durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario en
medio del movimiento ni después.

Mexicanos; si queréis ser de una vez
libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido
Liberal Mexicano.

Todos os ofrecen libertad política
para después del triunfo.

Los liberales os invitamos a tomar la
tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las
casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo
ello, sin esperar a que una ley decrete tal cosa.

Porque las leyes no son hechas por los
pobres, sino por los señores de levita, que se cuidan bien
de hacer leyes en contra de su casta.

Es el deber de nosotros los pobres trabajar
y luchar por romper las cadenas que nos hacen
esclavos.

Dejar la solución de nuestros
problemas a las clases educadas y ricas es ponernos
voluntariamente entre las garras.

Nosotros los plebeyos; nosotros los
andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos el
terrón donde reclinar la cabeza.

Los que vivimos atormentados por la
incertidumbre del pan de mañana para nuestros
compañeros y nuestros hijos.

Los que llegados a viejos, somos despedidos
ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros
hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil, para destruir hasta
sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta
aquí una madre cariñosa para los ricos y los
malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y
son buenos.

Todos los males que aquejan al ser humano
provienen del sistema actual, que obliga a la mayoría de
la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una
minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun
todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y el
vicio.

Y menos mal si todos los pobres tuvieran
asegurado el trabajo.

Como la producción no está
arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores,
sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos de dan
mañas para no producir más que lo que pueden
expender, y he ahí los paros periódicos de las
industrias o de la restricción del número de
trabajadores, que provienen también, del hecho del
perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventajas los
brazos del proletariado.

Para acabar con esto es preciso que los
trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de
producción y sean ellos los que regulen la
producción de la riqueza atendiendo a las necesidades de
ellos mismos.

El robo, la prostitución, el
asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema
que coloca al hombre y a la mujer en condiciones en que para no
morir de hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a
prostituirse.

Pues la mayoría de los casos, aunque
se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue
trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el
salario no para cubrir las más imperiosas necesidades del
individuo y de la familia.

Aparte de que la duración del
trabajo en el presente sistema capitalista y las condiciones en
que la duración del trabajo, en el presente sistema
capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en
poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en
las catástrofes industriales, que no tiene otro origen que
el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se
sacrifican por ella.

Irritado el pobre por la injusticia de que
es objeto; colérico ante el lujo insultante que ostentan
los que nada hacen; apelado en la calle por el polizonte por el
delito de ser pobre.

Obligados a alquilar sus brazos en trabajos
que no son de su agrado; mal retribuidos, despreciados por todos
los que saben más que él o por los que por dinero
se creen superiores a los que nada tienen.

Ante la expectativa de una vejez
tristísima y de una muerte animal, despedido de la cuadra
por inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin
trabajo de un día para otro.

Obligado a ver como enemigo aun a los
mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos
será en que se vaya a alquilarse por menos de lo que
él gana.

Es natural que en estas circunstancias se
desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el
crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales
frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en
sus más profundas raíces para crear un nuevo de
amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de
libertad.

¡Arriba todos como un solo hombre! En
las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar, la
libertad, la satisfacción de todos los apetitos
sanos.

No nos dejemos guiar por directores; que
cada quién sea el amo de si mismo; que todo

se arregle por el consentimiento mutuo de
la individualidad libre.

¡Muera la esclavitud! ¡Muera el
hambre! ¡Viva la Tierra y Libertad!

Mexicanos: con la mano puesta en el
corazón y con nuestra conciencia tranquila os hacemos un
formal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos,
hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal
Mexicano.

Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y
gobernados, no habrá paz, ni es de desearse la haya porque
esa paz estaría fundada en la desigualdad política,
económica y social, de millones de seres humanos que
sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte.

Mientras una pequeña minoría
goza de toda suerte de placeres y libertades por no hacer
nada.

¡A la lucha! A expropiar con la idea
de beneficio para todos y no para unos cuantos.

Esta guerra no es una guerra de bandidos,
sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y
gocen, como tales, de los bienes que nos brinda la naturaleza y
el brazo y la inteligencia que el hombre ha creado, con la
única condición de dedicarse cada quien a un
trabajo verdaderamente útil.

La libertad y el bienestar están al
alcance de nuestras manos.

El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que
cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la
expropiación de los bines que detentan los
ricos.

A escoger, pues; a un nuevo gobernante,
esto es un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la
abolición de toda imposición religiosa,
política o de cualquier otro crimen.

¡Tierra y Libertad!"

Dado en la ciudad de los Ángeles,
Estado de California, Estados Unidos de América a los 23
días del mes de septiembre de 1911.

-Ricardo Flores Magón

-Librado Ribera

-Anselmo L. Figueroa

-Enrique Flores Magón"

(De Regeneración)

30 de septiembre de 1911

¡Muera la
autoridad! ¡Mueran los ricos!

"¿Quién hizo la tierra? Los
creyentes dicen Dios.

Los que creemos en la vida eterna de la
materia decimos: nadie la hizo.

Pero nadie dice que la tierra fue creada
por la burguesía que la retiene en su poder.

En ninguna parte consta que la tierra fue
creada por esos señores barrigones que dicen que es
suya.

¿Con qué derecho, pues se
atreve la burguesía a retener para su casta lo que,
según las religiones fue hecho por Dios o, según
los materialistas, no fue hecho por nadie?

La tierra debe ser para todos, como para
todos es el aire, el calor solar, el agua.

Todo lo que la naturaleza nos
brinda.

¿Qué haríais si de la
noche a la mañana se decretase un impuesto, esto es, una
renta por el aire que respiráis y el calor y la luz del
sol de que os aprovecháis?

Indudablemente de que tu indignación
tomaría proporciones de rebelión y que os
lanzarías enfurecidos contra los bandidos que tal impuesto
decretasen.

Y, harías eso, precisamente porque
comprendéis que el aire y los demás bienes
naturales, forman parte del patrimonio común a todos los
seres vivientes.

Sin embargo, cuando se trata de ese bien
natural: la tierra veis casi con naturalidad de los que la poseen
os cobren renta para aprovecharos de ella, cuando la
tomáis en alquiler, o que se os pague a ración de
hambre cuando la trabajáis para el amo.

Tan injusto es el adueñarse de la
tierra para tener en constante dependencia a los pobres, como
justo sería el adueñarse del aire y de la luz, si
eso pudiera hacerse.

Por eso los liberales enarbolamos la
bandera Roja y gritamos ¡Viva la Tierra y
Libertad!

¿Quién hizo la
espléndida maquinaria que admiramos, los túneles
que atraviesan las montañas, los muelles donde atracan los
barcos.

En pocas palabras, quién hizo todo
lo que contribuye a hacer agradable y bella la vida de las clases
privilegiadas?

Todo lo que vemos, todo lo que constituye
la riqueza social, es el producto de muchas generaciones de
trabajadores que han dejado sus huesos en las minas, que han
dejado su sangre en los campos.

Obreros que han acortado su vida en el
taller, en la fábrica, en todos los lugares de
explotación, en el laboratorio, en el taller de artistas,
etc., dejando a cada generación laboriosa a la siguiente
el desarrollo y perfección de lo que ya creado.

Si todo lo que constituye la riqueza ha
sido creado por generaciones de trabajadores, de inventores de
todo género, ¿Con qué derecho se declara
dueño de todo ello un reducido número de
capitalistas?

Pusieron ellos su inteligencia y sus brazos
para crear esa riqueza? ¡NO!

Por eso los liberales decimos que puesto
que la riqueza es el producto del esfuerzo y de la inteligencia
de nuestros antepasados trabajadores presentes, todo debe ser
para todos en común.

Y como la clase privilegiada no quiere
devolver a los trabajadores lo que les ha robado, y la Autoridad
apoya el latrocinio de la burguesía, gritamos indignados:
¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!"

De Regeneración)

24 de febrero de 1912

Sin
gobierno

"Hay personas que de buena fe hacen estas
preguntas: ¿Cómo ha de ser posible vivir sin
gobierno?, y concluyen diciendo que es necesario un jefe supremo,
un enjambre de funcionarios, grandes y chicos, como ministros,
jueces, magistrados, legisladores, soldados, carceleros,
polizontes y verdugos.

Esas buenas personas creen que, faltando la
autoridad, todos nos entregaríamos a cometer excesos,
resultado de eso es que el débil sería la
víctima del fuerte.

Eso podría suceder solamente es este
caso: que los revolucionarios, por una debilidad digna de la
guillotina, dejaran en pie la desigualdad social.

La desigualdad social es la fuente de todos
los actos antisociales que la ley y la moral burguesa consideran
como crímenes, siendo el robo el más común
de esos crímenes.

Pues bien, cuando cada ser humano tenga la
oportunidad de trabajar la tierra o de dedicarse, sin necesidad
de andar alquilando sus brazos, a cualquier trabajo útil
para poder subsistir ¿Quién será aquel que
haga del robo una profesión como se ve ahora?

En la sociedad que anhelamos los liberales,
la tierra y todos los medios de producción no serán
más objeto de especulación para un determinado
número de propietarios.

Cuando la propiedad sea común para
todos los trabajadores, con derechos todos de producir y consumir
en común ¿qué necesidad habrá de
robar?

Se dirá que hay personas dadas a la
holgazanería, y que éstas, en vez de trabajar, se
aprovecharían del trabajo ajeno para vivir.

Yo he vivido en diferentes presidios; he
hablado con muchos ladrones, con cientos de ellos; casi todos
ellos habían robado por necesidad.

No hay trabajo constante; los salarios son
mezquinos; la jornada de labor es verdaderamente agotante; el
desprecio de la clase proletaria a la clase proletaria es
irritante;.

El ejemplo que la clase capitalista da a la
clase trabajadora de vivir holganza, en lujo, en la abundancia,
en el vicio sin hacer nada útil, todo esto hace que
algunos trabajadores, por hambre por indignación o como
una protesta a su manera contra las capacidades de
burguesía, la roben y se conviertan en criminales,
llegando hasta el extremo de matar para tomar lo que necesitan
para vivir.

La profesión del robo no es
ciertamente un a de las más fáciles.

Ella requiere de una gran actividad y mayor
energía que la que en muchos casos se requiere para
desempeñar alguna tarea.

pues, para llevar acabo el robo, el
ladrón tiene que espiar a su víctima, estudiar sus
costumbres, cuidarse del polizonte, trazar planos, arriesgar la
vida o la libertad.

En continua zozobra, sin límite en
esa clase de trabajo, y es de suponerse que un hombre no se
entrega a él por placer, sino empujado por la necesidad o
por la cólera de verse en la miseria.

Cuando la clase rica pasa por su lado ebria
de vino, de lujuria, la boca retorcida por el hipo del hartazgo,
arropada en sedad y el trapos finos, envolviendo en una mirada de
desprecio a la gente pobre que se sacrifica en el taller, en la
fábrica, en la mina, en el surco…

La inmensa mayoría de la
población de las cárceles está compuesta de
individuos que han cometido delitos contra la propiedad; robo
estafa, fraude, falsificación, etc.

Mientras un pequeña minoría
de delincuentes se encuentran prisioneros por delitos contra las
personas.

Abolida la propiedad privada,
teniéndose todas las facultades de escoger un trabajo de
su agrado, pero útil a la comunidad.

Humanizado el trabajo en virtud de que no
se efectúa para que el patrón acumule riquezas,
sino para satisfacer necesidades, devueltos a la industria los
miles y miles de brazos que hoy acapara el gobierno en sus
oficinas, en los cuarteles, en las prisiones mismas; puestos
todos a trabajar para ganar el sustento, con la ayuda poderosa de
la maquinaria de toda especie, se necesitara trabajar solamente
unas dos o tres horas diarias para tener de todo en
abundancia.

¿Habrá entonces quien
prefiriese el robo para poder vivir?

El hombre, aun el más perverso,
gusta siempre de atraerse la estima de los demás, de estar
bien con los demás.

Eso puede observarse hoy mismo, a pesar de
que el medio en que vive la humanidad embota los mejores
instintos de la especie, y si esto es cierto,

¿Por qué no admitir que el
hombre sería mejor en el seno de una sociedad
libre?

En cuanto a los delitos contra las
personas, en su mayor parte son el producto del medio malsano en
que vivimos.

El hombre vive en constante
sobreexcitación nerviosa.

La miseria, la inseguridad de ganar el pan
de mañana.

Los atentados de la autoridad.

La certidumbre de que es víctima la
tiranía política y de la explotación
política y de la explotación
capitalista.

La desesperación de ver crecer a la
prole sin vestido, sin instrucción, sin
porvenir.

El espectáculo más edificante
de la lucha de todos contra todos, que nace precisamente del
derecho de propiedad privada, que faculta a los astutos y a los
malvados a amansar capitales explotando a los
trabajadores.

Todo eso, y mucho más, llena de hiel
el corazón del hombre, lo hace violento, colérico y
lo precipita a sacar el revólver o el puñal para
agredir, a veces por cuestiones baladíes.

Una sociedad en la que no exista esa brutal
competencia entre los seres humanos para poder satisfacer todas
las necesidades, calmaría las pasiones, suavizaría
el carácter de las personas y fortalecería en ellas
el instinto de sociabilidad y solidaridad, que son tan poderosos
que, a pesa de la secular contienda de todos contra todos, no han
muerto en el ser humano.

No, no hay que temer una vida sin gobierno;
anhelémosla con todas nuestras fuerzas de nuestro
corazón.

Habrá naturalmente algunos
individuos dotados de instintos antisociales, pero la ciencia se
encargará de atenderlos, como enfermos que son.

Esas pobres personas son víctimas de
atavismos, de enfermedades heredadas, de inclinaciones nacidas al
calor de la injusticia y la brutalidad del medio.

Mexicanos: recordad cómo han vivido
las poblaciones rurales de México, en las
rancherías donde ha practicado el comunismo; la autoridad
no ha hecho falta.

Antes, por el contrario, cuando se
sabía que algún agente de la autoridad se acercaba
huían los hombres al bosque, porque la autoridad solamente
se hacía presente cuando necesitaba hombres para el
cuartel o contribuciones para mantener a los parásitos del
gobierno.

Y, sin embargo, se hacia vida tranquila en
esos lugares donde no se conocían las leyes ni amenazaba
el gendarme con su garrote.

La autoridad no hace falta más que
para sostener la desigualdad social.

Mexicanos: ¡Muera la
Autoridad!

¡VIVA Tierra y Libertad!"

(De Regeneración)

23 de marzo de 1912

¡Muera la
autoridad!

"Me explico que el burgués ponga el
grito en el cielo cuando escucha este grito: ¡muera la
autoridad!.

El burgués tiene razón,
porque si desapareciera la autoridad, en el mismo sepulcro
caerían los privilegios del Capital para no levantarse
más.

La autoridad es necesaria para perpetuar la
desigualdad social, que garantiza al rico vivir en el ocio y
condena al pobre al rudo trabajo y a la abyecta
miseria.

El burgués, pues, necesita que haya
autoridad, pues de lo contrario, tendría que tomar el
arado, la garlopa o el martillo para ganarse la subsistencia y la
de su familia.

Pero el pobre ¿Para qué
necesita la Autoridad?

La Autoridad nunca ha sido para el
desheredado la madrastra huraña, castigadora y malvada,
castradora de voluntades.

Todavía no sé que en
algún país del mundo haya sido la Autoridad el
escudo o el ángel guardián de los pobres, y eso es
así, porque no se puede servir a dos amos al mismo tiempo:
al rico y al pobre.

La Autoridad fue instituida para cuidar los
bienes materiales de la clase rica que se veían amenazados
por los hambrientos.

Los que no tenemos un terrón donde
reclinar la cabeza, no necesitamos más Autoridad, por el
contrario, la detestamos porque ella arrebata de nuestra filas a
los más vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos
en un cuartel y hacerlos empuñar las armas a favor de la
burguesía.

Y en seguida nos cobra contribuciones para
mantener esos soldados y todo ese enjambre de funcionarios
grandes y chicos que forman lo que se llama gobierno.

Somos nosotros, los desheredados los que no
tenemos nada que nos roben, los que estamos obligados a pagar los
gastos que origina el mantenimiento de la Autoridad, cuando lo
justo sería que esos gastos fueran pagados por los
beneficiados, que son los burgueses.

El soldado con el arma en el brazo, el
gendarme con el garrote en la mano, el rural con el sable
desvainado, ¿han servido alguna vez para proteger al
débil?

¿Se ha dado el caso de que el
soldado, el gendarme o el rural se hayan interpuesto entre el amo
y el trabajador para evitar que el primero chupase el sudor del
segundo?

Cuando el pobre no puede pagar la renta del
sueldo o de la casa, han volado alguna vez en su auxilio el
soldado, el gendarme o el rural para evitar que sea puesto de
patitas en la calle o el ser expulsado de la ingrata tierra que
regó con su sudor?

Y si indignados por la injusticia social
que nos obliga a poner al servicio de los ricos la fuerza de
nuestros músculos y la luz de nuestro cerebro, conspiramos
y nos rebelamos, ¿se pone la Autoridad de nuestra parte,
esto es, de parte de los débiles, de las víctimas
de la voracidad capitalista?

¿No la vemos siempre con sus
soldados, sus gendarmes y sus rurales repartir la muerte entre
los pobres que se rebelan por un reparto más equitativo
del pan?

Me explico por que el burgués ponga
el grito en el cielo cuando escucha ese grito salvador
¡Muera la Autoridad!

Pero no me explico que el pobre, el
desarrapado, el trabajador se encabrite y eche espumarajos de
rabia cuando se de da este amistoso consejo: no elijas
autoridades; gobiérnate por ti mismo.

Mirabeau dijo una gran verdad cuando
exclamó: "de todos los animales, el más
estúpido es el hombre, porque al menos los animales no
eligen al carnicero que ha de degollarlos".

Y los hombres hasta nos matamos a favor de
quien ha de pasarnos a cuchillo cuando este en el poder.
¡Así somos de estúpidos!

Demos nuestra libertad, demos nuestra
tranquilidad, demos nuestra sangre, pero no para elegir verdugos,
sino para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para
fundar la sociedad libre de todos para uno y uno para
todos.

No elevemos al poder ni a Vázquez
Gómez ni a nadie.

Seamos tan dignos como los animales que no
eligen al carnicero que ha de degollarlos.

Tomemos la tierra, la maquinaria de
producción, las casas y las provisiones;
concertémonos fraternalmente para la producción y
el consumo en común y levantemos la frente, mexicanos,
orgullosos de haber sabido resolver el problema
social".

(De Regeneración)

20 de junio de 1912

La revolución
social

"Digan lo que quieran los enemigos de la
Revolución Mexicana, ésta es de carácter
marcadamente económico.

Desde un principio afirmamos que el
proletariado mexicano no se había levantado en armas por
el simple gusto de tener un nuevo verdugo.

Desde un principio dijimos que el pueblo
mexicano se había levantado en armas porque tenía
hambre de pan y de justicia.

Los hechos, no las palabras, han venido
demostrando que estábamos en lo justo y, todavía
más, que hemos obrado como verdaderos revolucionarios
procurando que el gran movimiento tome una orientación
decidida hacia el comunismo.

Ese es nuestro deber de revolucionarios
sinceros.

Algunos sociólogos de estrato han
criticado el movimiento mexicano porque no comenzó siendo
netamente comunista desde el principio.

Pretendían esos señores,
entre los que descuellan Luigi Gallean y Juan Grave, que la
Revolución Social fuera obra de un día, de una
semana o de unos cuantos meses.

Sin recordar que el maestro Pedro
Kropotkin, dijo en una carta fechada en Londres el 16 de
noviembre de 1909, las siguientes sabias palabras:

"Toda revolución se inicia
tímidamente con hechos de importancia infinitamente
pequeña; pero toda la revolución asciende a medida
que se prolonga, si ella dura dos, tres, cuatro
años.

Si los revolucionarios son bastante
inteligentes para no permitir la consolidación de un
gobierno fuerte, esa revolución ascenderá hasta el
comunismo.

Y si no se comienza la revolución
con alguna cosa, aunque sea bastante alejada del comunismo, no se
logrará nunca nada, como en Rusia".

Nuestra obra de agitación por medio
de la idea, y la agitación por nuestros bravos
compañeros que sostienen la Bandera Roja en los campos
mexicanos, están dando sus frutos… pues desde el
principio hemos creído como nuestro viejo camarada
Kropotkin, que mientras mayor duración tenga un movimiento
revolucionario, más se radicalizan las tendencias;
más amplias son las aspiraciones populares y más
fácil es llegar al comunismo.

Otro de los frutos de nuestra incesante
propaganda, es la expropiación de la tierra y de la
maquinaria de producción.

Desde hace muchos números
REGENERACIÓN ha venido dando cuenta de los actos de
expropiación de la tierra llevados a cabo por multitudes
de proletarios que se han puesto a trabajar con el fusil
terciado.

Los lectores de REGENERACIÓN
habrán visto que, cuando los proletarios no pueden
sostener la expropiación de la tierra, por falta de armas,
arrasan las haciendas y los poblados para que, si ellos tienen
que sufrir, que sufran también los verdugos.

Habrán visto también los
múltiples casos de sabotaje, de huelga revolucionaria, de
conciencia de clase de los proletarios mexicanos.

La prensa de todos los colores admite que
no se trata de una revolución política, sino de un
movimiento político, sino de un movimiento
económico, de una guerra de clases que si los libertarios
la fomentamos, terminará en el comunismo.

Y hemos visto, igualmente que, por
instinto, por herencia, el pueblo mexicano, pueblo no corrompido
con los hábitos de ahorro, pueblo sencillo, es apto para
el comunismo, comunismo que, en parte, ha practicado por miles de
años.

Además, sabido es que el pueblo
mexicano, odia cordialmente a la Autoridad y al Capital, a pesar
de las prédicas del clero embaucador.

"EL imparcial" del 22 de marzo, al hablar
del movimiento revolucionario del Estado de Oaxaca dice: "Las
principales plantas despepitadoras de algodón de
Jamiltepec, han sido destruidas por los revolucionarios, para
salvarse de los rebeldes del rumbo.

Algunas personas permanecieron en los
bosques de playa, escondidas varios días,
alimentándose sólo de cocos y de tortugas, los
pueblos que rodean la finca de San José Ejutla desean
repartirse sus terrenos y al efecto se disponen a
atacarla".

El mismo periódico, dice el 29 de
marzo al hablar del movimiento revolucionario del el distrito de
Tlapa, Estado de Guerrero: "La finca de Jicayán, propiedad
del señor Daniel Pérez Ruiz, fue vaciada por
completo, los indígenas se repartieron los terrenos y los
revolucionarios se llevaron veinte mulas y diez caballos e
incendiaron los campos de caña".

El mismo periódico del cinco de este
mes, en un telegrama que le remite su corresponsal en Oaxaca,
revela la gravedad de la situación en aquel importante y
riquísimo Estado.

Dice así: "A consecuencia de las
pérdidas socialistas de ciertos agitadores, los
indígenas de algunos punto del estado, están
cometiendo atentados, varios con motivos de la cuestión
agraria, han cortado las cosechas de varias fincas ajenas, han
suprimido el agua de regadío y han efectuado otros
excesos".

El mismo periódico dice el 7 de
abril: "Siguiendo los consejos del os zapatistas que estuvieron
en Tepeaca, Estado de Puebla, algunos indígenas se han
posesionado del terreno de la hacienda de San Miguel, la Pila
propiedad del señor Luís Pacheco, y situada por
aquel rumbo".

Estos datos unidos a todos los que han sido
presentados en las columnas de REGENERACIÓN desde
hace muchos meses, demuestran que el movimiento es
económico y que no necesita más que buena voluntad,
firmeza y lealtad a la causa del proletariado, para que al fin
veamos ondear triunfadora la bandera del os pobres, la gloriosa
Bandera Roja de los libertarios mexicanos".

(De Regeneración)

 

 

Autor:

Humberto Escobedo Cetina

(Recopilador)

 

Partes: 1, 2
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